“El apartheid educativo no sucede de forma espontánea, como las malas condiciones meteorológicas”
Jonathan Kozol, autor de “Inequidades salvajes: los niños en las escuelas norteamericanas”
Educación 2020 ha planteado, desde hace ya más de dos años, la imperiosa necesidad de terminar gradualmente con el financiamiento compartido. Esto significa, por ejemplo, que si una familia hoy paga $30 mil pesos mensuales, y mañana la subvención aumentara, por ejemplo, $10 mil, entonces esta familia pasaría a pagar $20 mil, y así sucesivamente.
La escuela continuaría recibiendo lo mismo, con la diferencia de que algunos alumnos, posiblemente amigos de sus hijos en su mismo barrio, para los cuales era oneroso pagar $30 mil, hoy podrán ingresar a esa misma escuela. Por cierto, al igual que en Holanda y Bélgica, si los apoderados decidieran hacer voluntariamente un aporte al Centro de Padres para financiar mejoras escolares, podrán hacerlo.
Proveeré a continuación algunas evidencias para explicar nuestro planteamiento.
En primer lugar Chile es, después de la pequeña ciudad-república de Macao, el país con las escuelas más segregadas del mundo. Es verdaderamente una vergüenza internacional. Nuestro porcentaje de alumnos en escuelas socioculturalmente integradas es 21%. En América Latina, continente con una severa segregación social y urbana, favelas, villas miseria, y bolsones de pobreza mucho peores que Chile, el porcentaje de alumnos en escuelas integradas es 35%. En la OCDE es 46%. En los países con mejores resultados del mundo es 55% (PISA, 2009). Somos, repito, una vergüenza.
Esta pronunciada segregación no es fruto de la casualidad o la mala suerte, o como diría Kozol, de las condiciones meteorológicas, sino del modelo educativo implantado hace treinta años y reforzado paradojalmente por la Concertación en 1993 con este nefasto mecanismo de financiamiento. La Alianza lo exigió como “moneda de cambio” a cambio de la modesta reforma tributaria de Aylwin y lo ha defendido hasta hoy con dientes y uñas. Dato duro: la segregación escolar ha aumentado significativamente desde 1999 a 2011 a pesar de nuestro creciente ingreso per capita. (Valenzuela, Villalobos y Gómez, 2013).
Algunos columnistas acomodaticios, acólitos teológicos del principio del Estado Subsidiario, plantean que esto es un mero fruto de la “natural” segregación geográfica y barrial. Eso es falso. Simplemente falso.
Las escuelas están significativamente más segregadas que los barrios (Elacqua y Santos, 2013). Dato duro. La segregación escolar no es sólo consecuencia de la urbana. Estamos en los hechos transportando niños en buses y 4×4 para segregarlos. Hay escuelas con financiamiento compartido que escogen no aceptar alumnos con subvención preferencial para que no se les “complique” la composición de la escuela. Sudáfrica educativa.
Por otro lado, sorprendente y curiosamente, los montos de copago de los padres en las escuelas subvencionadas no tienen relación con los resultados en los test, una vez que los resultados se controlan por nivel socioeconómico (Mizala y Torche, 2012). En otras palabras, los recursos del financiamiento compartido, en promedio, no están sirviendo para mejorar los resultados, sino para… segregar y nada más que para segregar.
Los resultados SIMCE no se deben a que los colegios con financiamiento compartido agreguen más valor educativo, sino a que los niños tienen ventajas de origen que les permiten rendir mejor. La explicación: los padres escogen colegios de acuerdo a su capacidad de pago, con lo cual la segregación social es intrínseca, y los colegios, en vez de esforzarse por entregar buena educación, tienen incentivos para conseguir alumnos con padres de mayor nivel socioeconómico, y por ende, mayor capital cultural en su casa (Mizala y Saavedra, 2013)
Los innecesarios costos de libros (casi idénticos a los libros producidos por el MINEDUC pero 15 veces más caros, no 2 o 3 veces, sino 15 veces), así como los caros uniformes son otra barrera innecesaria pero práctica para ahuyentar a los apoderados menos adinerados, disfrazada de “mejores materiales educativos”. Estamos envenenando el alma de Chile con el clasismo y el arribismo.
Más allá de los negativos efectos de la segregación, interesa además destacar los beneficios de la integración que conllevaría la terminación gradual del financiamiento compartido. Un libro editado el 2012 se denomina, en su traducción al español, “El Futuro de la Integración Escolar”, y está editado por Richard Kahlenberg. Se refiere a la experiencia de más de 80 distritos escolares norteamericanos que han decidido confrontar la creciente segregación escolar que están experimentando, como fruto de las políticas federales, similares a las nuestras, y que están ocasionando la caída en picada de sus resultados escolares en el test de PISA. Estos 80 distritos educan a 4 millones de estudiantes, una cifra similar al total de Chile.
Citaré a una de las autoras: Steffani Allen, directora de Educación Inicial de la Ciudad de Norman, en Oklahoma, estado de esa nación que es un verdadero bastión del Partido Republicano: “Sabemos que cada niño trae diferentes fortalezas, estilos y experiencias, y que eso detona el crecimiento cognitivo. La diversidad de experiencia y conocimiento entre los niños crea un mejor andamiaje para expandir la capacidad de resolución de problemas infantiles. Si sólo ponemos niños iguales en las aulas, sean estos sólo ricos, sólo pobres, sólo blancos, sólo negros, vamos a limitar automáticamente sus experiencias y posibilidades de aprendizaje”.
Este mismo texto señala que las políticas de integración en aula, incluso pagando los costos de transporte asociados, han demostrado ser entre 3 y 5 veces más rentables socialmente que las políticas de subvención preferencial que hacinan a los más pobres en escuelas para pobres. Los resultados de distritos escolares integrados son muy superiores a los de distritos segregados.
Algunos apoderados de elevado estrato socioeconómico podrían, muy comprensiblemente, temer que sus hijos deterioren su rendimiento al convivir en aula con niños de menor capital cultural. La evidencia de este texto indica que, hasta un límite de 40% de alumnos vulnerables en aulas no-vulnerables, estos no disminuyen en absoluto sus aprendizajes, mientras los alumnos más vulnerables mejoran radicalmente, porque aprenden de sus compañeros. Datos duros, no ideología.
Sorprende la insensibilidad de nuestros criollos y subsidiaristas columnistas: hemos creado en Chile un verdadero apartheid educativo, guetos socioculturales de niños ricos y pobres. Esto hará imposible solucionar la inequidad de oportunidades educativas, por más que se aumente la subvención preferencial o se mejore la educación pública. Peor aún, se está corroyendo progresivamente la cohesión social del país, como vemos en la calle a diario. ¿Hasta dónde y hasta cuándo quieren estirar la cuerda?
“Rechazar el apartheid es una actitud moral, no sólo una política pública”.
Edward Heath, Primer Ministro conservador británico.
Mario Waissbluth
Blog La Tercera, 15 de julio de 2013