En 1998, Chile participó -junto con 20 países industrializados- en el Second International Adult Literature Survey (Sials), una prueba estandarizada muy bien estructurada, que mide comprensión de prosa, documentos y habilidades aritméticas básicas en adultos. Sacamos el deshonroso lugar 21, a la cola, en los tres temas. Manejo de prosa se definió como “los conocimientos y habilidades requeridos para comprender y usar información desde textos”. El 50,1% de la población adulta mostró comprensión nula -sí, dije nula- y tan sólo el 1,6% mostró comprensión total.
Más aterrador aún: de la submuestra de aquellos con educación superior completa en universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica, tan sólo el 9,8% -sí, dije 9,8%- demostró tener comprensión total de prosa, y el 14,5%, de aritmética básica. El sistema educativo chileno tuvo al 90% de sus estudiantes calentando asientos en un aula durante 15 a 18 años, sin lograr siquiera que comprendieran totalmente lo que leen… en textos simples. Probablemente en estos 14 años las cosas han mejorado, aunque no mucho. De hecho, entre los más jóvenes de la muestra los resultados iban para arriba, aunque a paso de tortuga.
Aquellos que en esa época tenían entre 16 y 25 años, y que hoy tienen de 30 a 39 años, manifestaron una comprensión nula de prosa en el 33,4% y comprensión total en el 1,9%. Ellos constituyen hoy una fracción importantísima de la fuerza de trabajo.
En el test de PISA de 2009, aplicado a jóvenes de 15 años, el 31% quedó en el nivel 1 (mínimo) en la escala de 1 a 6, lo cual es congruente con los datos arriba mencionados. El vicerrector de uno de los institutos profesionales más prestigiados de Chile me comentó recientemente que 50% de los alumnos que ingresan no entienden lo que leen y que al egresar esta cifra mejora a… 37%.
¿Por qué Chile no ha seguido midiendo estas variables cruciales para el desarrollo, la equidad y la competitividad internacional del país? La respuesta me escapa, salvo tal vez porque las verdades inconvenientes les duelen a los gobiernos. Nuestra recomendación a la ministra del Trabajo es que esta medición comience a realizarse de ahora en adelante de manera periódica y rigurosa, a escala nacional, pues de seguir esto así, una buena parte del dinero invertido en capacitación continuará tirándose a la basura, y las esperanzas de aumento de la productividad laboral de Chile serán muy bajas.
Por cierto, la cruzada nacional por la mejora de esta situación debe iniciarse y se está iniciando en la escuela, pero no podemos seguir tapando el sol con un dedo y haciendo como si esta realidad no existiera en la población adulta.
La recomendación inmediata para las empresas y para los gremios empresariales: comenzar a medir de inmediato utilizando las mismas herramientas estandarizadas empleadas en aquella época. No se avergüencen si los resultados son poco esperanzadores, incluso a nivel de profesionales, porque la verdad os hará libres.
La recomendación para las personas que obtengan malos resultados: no se avergüencen. Son las víctimas de un sistema educativo catastrófico. Hace un par de décadas, la Toyota adquirió plantas manufactureras de automóviles en Estados Unidos. Lo primero que hizo fue este tipo de pruebas y, ante los deprimentes resultados, montó programas de emergencia para paliar la situación.
Enseñar a adultos comprensión de documentos, prosa, comunicación oral y aritmética básica (por ejemplo calcular porcentajes) es tres o cuatro veces más difícil y costoso que hacerlo con los niños. Es un problema de estructuración de circuitos semánticos en el cerebro. Pero las metodologías existen y los expertos existen dentro y fuera de Chile.
¿Qué va a hacer usted señor (a) empresario (a) grande, mediano, pequeño, dueño de restaurante o de tienda de abarrotes? ¿Seguir tapando el sol con un dedo, haciendo como que este problema no existe, o confrontarlo como acostumbra hacer con otros temas, comenzando por medir la magnitud del mismo, y luego tomando las medidas correctivas necesarias?
Tal vez ésta sea la principal responsabilidad social empresarial, por lejos. La tradicional resistencia de algunos empresarios a invertir en estos programas es el temor a que después se les escapen estos trabajadores a otras empresas. Me parecería poco ético, pero en fin… comprensible.
Para vencer esta barrera entonces es que una buena parte de los recursos y programas Sence deberían volcarse en esta dirección, con metodologías claras y exigencias nítidas de resultados.
Tener un pintor, cocinero o ingeniero en ejecución certificado en comprensión de prosa y aritmética es la precondición necesaria para emprender capacitaciones más avanzadas, de las cuales hablaremos en otra ocasión. Pero también es una precondición para el despegue del país. Piénselo.
Mario Waissbluth
El Pulso, 23 de marzo de 2012