En este 18 de octubre, día que invita a la reflexión sobre el Chile que queremos construir, compartimos la columna de nuestro Director Académico, Pablo González, publicada hoy en el diario la Segunda.
“‘La voz de un pueblo es peligrosa cuando está cargada de ira’, decía Esquilo. Chile está en un punto de quiebre, pero no nos engañemos. Todo lo que usted cree que nos está quebrando, todos los eventos que estamos presenciando son solo detalles. A medida que la economía de los países se expande, sus ciudadanos van accediendo a nuevas oportunidades, sofisticando sus necesidades y construyendo proyectos más ambiciosos, individuales y colectivos. No solo emprenden nuevos negocios, sino que también florecen la cultura y las artes, la sociedad civil y la fiscalización de las acciones de los dirigentes. No es que con el desarrollo se expandan las libertades: la expansión de las libertades es el desarrollo. Sin esas libertades, los países tarde o temprano se enfrentan a un quiebre. Ese quiebre ha sido atravesado exitosamente por los países que han transitado a lo que Douglass North y sus colegas denominan orden de acceso abierto.
Lo que vemos en Chile es el crujir de las tablas que antecedieron la emergencia de Corea, Nueva Zelanda o Irlanda como las democracias y economías pujantes que hoy son. La gran diferencia con esos países es la incapacidad de nuestra elite de estar a la altura del momento histórico que estamos viviendo, aferrándose a unos privilegios que son incompatibles con el desarrollo. La paradoja es que esa misma elite contribuyó a generar este momento, a través de acuerdos y buenas políticas públicas de las que hoy algunos reniegan. Juzgar las políticas del pasado con la vara del presente es un error, como lo es intentar continuar con las mismas políticas.
La necesidad de aggiornamiento no significa que cualquier tontera sirva, especialmente las alimentadas desde la rabia y la soberbia. Qué hacer está escrito en los libros. Lo más importante, sin duda, parafraseando a Lincoln, gobernar para el pueblo, con el pueblo y por el pueblo. Basta de acomodar intereses privados, hacer como si nada estuviese pasando y seguir con las mismas viejas prácticas clientelares, corruptas y abusivas. Segundo, abrir un proceso deliberativo, sobre el país que queremos ser y construir en los próximos 20 o 30 años. Se trata de un debate sobre fines y valores que debió haber antecedido el cambio constitucional. No hay ningún país que haya superado la trampa del ingreso medio que no haya tenido ese debate”.
18 de octubre de 2021